El invierno caía sobre la ciudad, la lluvia que desciende de lado y el viento hacían mecerse los árboles
que podía ver desde mi ventana. Faltaba poco tiempo para verlo, estaba ansiosa,
expectante, había tenido hace un par de noches un sueño extraño donde sentía
que un rio fluia desde mí y yo me colgaba de un éxtasis sorprendente donde
podía nadar y donde no había fin. Llevaba ese sueño conmigo escondido y
esperaba revelarlo cuando me mirara con sus ojos intensos, probablemente
sucedería, tenía esa escasa premonición como una gran certeza.
Su perfil siempre ha tenido algo
que me encanta, será quizás la caída de su nariz, los colores que están entre
el amarillo y el naranjo, en esa escala que decae justo desde su pelo revuelto
hasta todo su cuerpo. Me subo al auto y lo miro de reojo y eso me basta para
sentirme preparada, probablemente nunca había sentido esta conexión sexual tan
profunda con alguien, pareciera que de alguna forma él sabe todos mis secretos
y yo estuviera tan dispuesta a que los descubra.
Llegamos a su casa y solo la
estufa ilumina la casa. En el sur la calefacción puede encenderse con un fuego
en medio de cualquier espacio y obsequia una burbuja acogedora donde uno puede
sentirse afortunada. Cruzo la puerta y me besa, es un beso tan placentero que
de solo mover mi lengua dentro de su boca empiezo a gemir. Nunca sé que danza
rara vamos a bailar esa noche, solo dejo que el me guíe, aunque sé que
ocuparemos cada espacio de la casa y yo terminaré dormida de placer y de sueño
en su cama.
Junto a la estufa está el sillón
y al desvestirnos puedo ver su piel dorada. El fuego hace que todos sus colores
se vean aún más fascinantes. Puedo ver sus ojos líquidos como me miran entre la
sorpresa de ver otra vez mis pechos blancos y redondos, donde coronan dos diminutas cerezas rosadas, mis caderas circulares y la cintura pequeña que toma para llevarme cerca.
Me abro como una flor para
recibirlo, la dureza de su pene me alerta a que entrará tan profundamente
seguramente mis gemidos se escucharán como eco en las paredes y rebotarán mas
allá de esta casa, pero qué importa eso, si el sexo es ese espacio donde no
existe el tiempo y el universo se reduce a solo dos habitantes que galopan al
mismo ritmo. Lo recibo y muchos ríos corren desde mí, tantos que puedo acabar
una y dos veces seguidas, en esos orgasmos intensos, pero que permiten
continuar. Él sigue y me interrumpe mi sueño…esta vez si puedo. Conozco sus
ruidos y sé que su orgasmo viene pronto, sus latidos son fuertes, los siento
también a través de mi pecho. Viene el agua corriendo conmigo y necesito que se
quite, porque algo fuerte va y saldrá. Siento una sensación deliciosa que me
recorre, yo me dejo flotar en el agua y por unos instantes me siento nadando en
ese disfrute, es tan intenso, que no puedo saber si gimo o no, solo dejo que
salga. Sale y sale y sale el agua, escurro como si me deshiciera en ese orgasmo
magnífico.
Vuelve el silencio, afuera crujen
algunas ramas por el viento, siento otra vez su temperatura, su cuerpo cálido y
agitado que se queda a los pies de la cama en paralelo a mí y yo aún no puedo abrir
los ojos, intenta buscar mi mano con la suya, entrelazamos los dedos en ese
pacto misterioso de haber compartido una dimensión donde nadie más podía estar.
Nos quedamos así.
El invierno tuvo un instante de
verano. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Una hora? Tal vez dos.
Exquisita su labia srta
ResponderBorrarTiene potencial, Señorita Paz... No deje de escribir sus relatos, por favor
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