Este verano giraba con mi vestido negro antes de conocerlo. No me vas a creer si te cuento que llegó a mi puerta cumpliendo puede que la mayor fantasía que había albergado en mi mente inquieta. Es de esos hombres que son tan masculinos que te hacen sentir frágil como si a cualquier toque de sus manos pudiese quebrarte. Yo que soy pequeña y en apariencia delicada me sentí levemente temerosa ante su apariencia de vikingo exótico. "No hay nada que temer", pensé, las apariencias engañan y probablemente yo sea un desconcierto entre lo que alguien ve y lo que resisto. 

Giraba en mi vestido negro ese día, un vestido amplio que no marcaba nada de mi contorno. La primera semana de enero se levantaba con un enorme sol que me llevó a no usar nada más que mi vestido esa tarde. Llegó a mi puerta, dos golpes, y ahí estaba yo mirándolo de frente. Qué belleza! pensé! hay hombres tan bellos que te cohiben y él es uno de esos. No sabía bien que hablar, ni que decir, en mi propia casa me sentí un tanto fuera de lugar y no podía encontrar el camino para conducirlo hacia donde quería. 

De pronto, me transformé en un árbol de frutos maduros cuando se desplegó esa magia que envuelve el ambiente cuando sabes que algo está por suceder y que falta poco. Mis frutos estaban ya hechos, colgados de las ramas del árbol de mi cuerpo. Él escoge que durazno comer y como si su boca estuviera tan hambrienta durante tiempo me empuja hacia el sofá y levanta mi vestido. ¿Has visto esos duraznos que están a punto de caer y que sabes con solo mirarlos que están esponjosos y que su jugo se escurrirá de tu boca en cada mordisco porque no puedes contener su dulzor? Esa era yo. En cada mordisco que daba yo me retorcía y trataba de escapar de la voracidad con que comía. Le ofrecí el fruto completo y lo devoró hasta saciarse. 

Creeme que quise devolverle el gesto, pero no pude, estaba desesperada a esas alturas por sentirlo dentro, quería saber cómo era, hasta que punto lograba embestirme, lo necesitaba, lo necesitaba tanto que en cuanto mordió por ultima vez me giré para ofrecerle la entrada. 

Entró, increiblemente entró!. Qué sensación más placentera, tener en esa posición de embestida a un hombre con tanta belleza, no puedes saber como se siente hasta que lo tienes ahí concentrado en empujarte hasta escucharte acabar. Y yo que luzco frágil puedo transmutar entre los velos del placer hasta parecer una escultura sólida que cuesta derribar. No era sencillo acabar conmigo, pero el acabó ... Nos balanceamos al mismo compás y su climax estalló en el aire. 

Cuando pude otra vez pensar, no sabía distinguir si había sido real o no, parecía parte de una ilusión. Había llegado a mi puerta, y no lo busqué, yo solamente giraba con mi vestido negro este verano.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Gym