Él

 Me imagino tu altura como una sombra que me sigue. Donde voy camina a mi lado y reposa junto a mi, allí está, la huelo, es vainilla y café. No fumas, a veces bebes, pero poco y tus manos son grandes y de color terracota. Solo en mí puedes ver tantas venas, en ti se ve un color parejo y continuo como cuando miro desde arriba de Sierra Nevada la laguna y todo es del mismo color verde espejado. 

Tengo tantos acertijos, pero en mi sueño los resuelves todos. Me dices: Camila, ya sé por dónde empezar. Puedes manejar mi auto, revolver mi ropa, dormir en mi cama y hacerlo todo liviano, vuelves mi vida más sutil, te anticipas al lío, resuelves mis conflictos, también te ríes porque me río y tu risa hace eco en todos mis vacíos. No me cuestionas, puedo ser bonita y además fea, pero a quien le importa? A ti no. 

No puedo adivinar tu cara, si trato de saber cómo es, lloro, sin embargo, se me atoran las lágrimas y pienso en que falta poco para verte y lo sabré, eres tú. 

Algún día me vas a follar contra el mesón de la cocina y ahogaré un gemido en tu mano, después de eso podré seguir hilando el día porque contigo se puede hacer eso. Es raro porque hace un tiempo pensé que eras tu, en realidad, todas las veces, y si estuve frente al mar con alguien pensé: es él y nunca eres. Nunca te quedas, nunca me interesa, después veo su vida pasar en Instagram y pienso en lo aburridos que son, pero tu sombra me sigue y donde voy te llevo conmigo, es más bien una esperanza que niego, aunque existe. 

Me falto decir que tu miembro es de sangre, no es lánguido, es firme. Eso también lo sé. 

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